Escuchó resonar sus tacones en el vacío de esa noche de sábado. Acarició por un momento aquel vestido que anunciaba triunfador una noche de alegria, y ahora volvia con ella, cansado y sucio. Podia seguir, con la cabecita baja, cada baldosín de la calle húmeda, y la noche negra, más negra que nunca, envolvia asombrada la soledad que se palpa.