Le vi sentado en la mesa de la cocina, mordía aquella
naranja como si fuera lo último que iba a comer en la vida. En cada gota ácida,
un poco de él, que volvía donde siempre había estado.
Eso soy yo, pensé, algo tan fácil de devorar, tan a mano,
tan a punto de desaparecer, tan a punto de volver donde siempre había estado.